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Foto del escritorBernal Arce

La embriaguez del pensamiento

Actualizado: 25 jul

PRIMER DíA DE CLASES


Jacques Sagot



 

Comienzo del año lectivo.  La pereza, los refunfuños, las listas de útiles, las tareas, los exámenes, la drástica reducción del tiempo para jugar al PlayStation y ver la televisión…  Bien vale la pena saber quién fue el inventor de este anual tormento.

 

Carlomagno es su nombre.  Emperador franco que reinó entre 771 y 814.  Canonizado en 1165.  El dueño del más grade imperio de su época era, él mismo, autodidacto.  Su instrucción no pasó nunca de ser mediocre.  Tarde en su vida aprendió a hablar el latín y el griego, y nunca supo escribir.  Pero tenía la sensibilidad necesaria para saber lo que los vestigios de la cultura antigua valían, los documentos que la Iglesia había preservado de las invasiones bárbaras (¡cuánto más rico sería nuestro conocimiento de la Antigüedad si no hubiesen sido quemadas hasta sus cimientos las bibliotecas de la época!)  Era un hombre relativamente ignorante, que tenía muy clara en su conciencia la importancia de la educación, y que ya intuía, como José Martí más de mil años después: “sed cultos para ser libres”.

 

En ese desolado campo en ruinas a que había sido reducida Europa occidental, solo las deficientes iglesias eclesiásticas se encargaban de la educación de los religiosos, hombres tan ignorantes que a veces no sabían ni siquiera el significado de las palabras en latín de sus propias homilías.  Es en su edicto de 789 que Carlomagno funda lo que hoy en día conocemos como escuelas públicas.  Un capítulo entero de este vasto documento está consagrado al tema de la educación: “Los clérigos deben atraer a los niños de condición servil como a los hijos de hombres libres.  Escuelas serán creadas a todo lo ancho y lo largo del reino, a fin de que los niños aprendan a leer y a escribir”.


Carlomagno fundó un sistema de escuelas parroquiales gratuitas y abiertas a todos los niños (no a las niñas) del reino.  Ahí aprendían latín, matemáticas, y -muy significativamente- canto y música. Convencidos de la importancia del proyecto, llegan a la corte de Carlomagno, en Aix-la-Chapelle, las mejores mentes de Europa, el legendario Alcuino de York entre otros.  Alcuino era un teólogo, religioso, filósofo, gramático, matemático, erudito y pedagogo anglosajón.  Es considerado el primer ministro de Educación de la Historia.  Buena falta nos hace, en Costa Rica, la aparición de un providencial Alcuino que vigorice y dinamice nuestro sistema educativo.

 

Bajo la égida del imperio Carolingio, Europa renacía a la cultura.  El Emperador es representado, en la iconografía de la época, como un hombre alto, majestuoso, dotado de larguísima barba roja.  De acuerdo a los testimonios de la época, la leyenda coincide por una vez con la realidad.  Al lado del Sena y en el atrio de la catedral de Notre-Dame se yergue majestuosa una estatua ecuestre del “Emperador de la barba florida” (La Canción de Rolando).

 

En Costa Rica la Constitución Política establece, en el artículo número 78, que “La educación preescolar, general básica y diversificada son obligatorias y, en el sistema público, gratuitas y costeadas por la Nación”. También, el artículo número 19 de ese mismo cuerpo normativo señala que “Los extranjeros tienen los mismos deberes y derechos individuales y sociales que los costarricenses, con las excepciones y limitaciones que la Constitución y las leyes establezcan”. Además de ello, tanto la normativa nacional, como la internacional establecen que todo niño, niña o adolescente que habite en Costa Rica, tiene el derecho y la obligación de acceder a la educación, sin importar su nacionalidad, su país de origen, ni su grupo étnico. Así, este derecho es irrestricto y no se puede limitar por ningún motivo.  La gratuidad y la obligatoriedad de la educación en Costa Rica quedaron establecidas el 15 de abril de 1869.  Un año antes de que lo fueran en un país de avanzada como Inglaterra.

 

En la propia España, durante “la oscura noche del alma” (San Juan de la Cruz) del franquismo, la educación solo fue declarada obligatoria y pública a partir de 1945.  Y aun así, era una educación adoctrinadora, dogmática, pro-sistema, y completamente volcada al servicio de la ideología franquista.  La educación era considerada un derecho de la familia, la Iglesia y el Estado, y estaba inficionada por el pensamiento nacional-católico. Por ello, la educación primaria tenía un carácter confesional, patriótico, social, intelectual, físico y profesional. Establecía su obligatoriedad, gratuidad y la separación de sexos, así como el uso preceptivo de la lengua española en todo el territorio nacional.  Era una educación chovinista, fascistoide, santiguadora, represiva, tartufesca y fiscalizadora de todo pensamiento que no se plegara a los diktats del régimen (de ahí su naturaleza confesional, donde los profesores eran como curas laicos, prestos a enderezar en los jóvenes espíritus cualquier proclividad liberal o socialista).

 

Los costarricenses carecen de la menor noción del inmenso privilegio que significa tener un sistema educativo subvencionado por el Estado, completamente gratuito y además obligatorio.  Así como ignora los terribles vicios y depravaciones que aquejan a su sociedad, el costarricense desconoce las bendiciones de las que ha sido, por otra parte, objeto.  Obra de espíritus preclaros, de visionarios, de ínclitos mandatarios, de hombres de cultura y pensamiento universales… justamente esos que ya desaparecieron de nuestro “ecosistema” social.

 

Nuevo año lectivo. Niños y muchachos costarricenses: cuando vayan de camino a ese temido primer día de clases, tengan en cuenta que a la institución que los acoge le ha tomado mil trescientos años consolidarse y perfeccionarse… todo para que ustedes la gocen y aprovechen. ¡Vamos, un poquito de sensibilidad histórica no les va a hacer daño!

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